jueves, 16 de abril de 2009

MIRANDO CUENCA

(de mi futuro libro "Textos para la tortura")

Eras ese algo extraño, irritante, ahí en la calle,
tan armoniosa frente a un cristal cualquiera,
quisieras haberte visto cuando brotó el veneno,
pero no fue posible porque nació la sonrisa ante tu reflejo.

Momento de violencia, jueves santo, vino,
disfrutando el rumor de la sangre enajenada
como el nacimiento de un río entre montañas,
llenas de eco.
Casi sorda.

Breves personas que no quieren mirarte, tan cansadas,
y tienes que salirte a aguantar el frío:
novecientos metros de altitud y un grado
se te meten por la nariz al cerebro, te tersan la cara.

Por fin comprendes que la vida te está provocando,
la vida te da por culo, mirando Cuenca,
para que aprendas a quién te cuentas.

El aire a cero grados sabe a cerezas,
el ruido del hablar castellano corta las penas
y te trae agujas olorosas de pino viejo.

Quién lo hubiera pensado el domingo de ramos,
que podrías vivir sin pedir perdón, sin explicarte,
llena la cabeza de números de teléfono por marcar.

Volverás a caer y no te importa,
sólo seguir respirando ese frío, anticiparte a la nieve,
que caerá también sobre ti ese viernes,
sobre tu coche.
Casi muda.

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